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Abr/11
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Ver con los ojos de otro o el fabulantastico paseo a ciegas.

Domingo 8:40am ya empiezan a juntarse los miembros de una peculiar familia, hay que llevar bicicletas tándem o “las maquinas” (como les dice M.) y la carpa a nuestro espacio tradicional, La Diana en Reforma. Algunos más apenas abrimos los ojos y nos alistamos para una grata mañana en compañía esa gran familia. Otros, los más entusiastas se acercan en travesías a la vez rutinarias y asombrosas. Algunos trayectos son cortos otros muy largos, el llamado es el mismo, convivir mientras volamos y somos libres en corazón de la ciudad.

Metro, taxi, bastones y bicicletas nos ayudan a llegar a la cita. M. anota el orden de llegada de voluntarios y beneficiarios, R. chico se prepara para la primera de las que seguramente serán dos o más vueltas, R. grande bromea R: “Oye P. porque no viniste la semana pasada” P: “Si vine hasta dimos una vuelta, que no te acurdas” R: “Pues yo no te vi”. D. revisa las maquinas hace observaciones sobre su mantenimiento.

Algunas parejas ya están listas se montan en las bicis y se lanzan a un recorrido que siempre es el mismo pero nunca es igual. En La Diana continua el constante arribo de doctores, redactoras, arquitectas, artistitas, ingenieros, diseñadores, maestros, jubilados, organizadores de eventos, operadores de centros de llamadas, jubilados, estudiantes, atletas, niños, etc, etc. Saludos abrazos, explicaciones de nuevos proyectos y planes se mezclan con venta de playeras, agradecimientos y demás charlas. Las salidas y llegadas de máquinas son constantes. Los curiosos se acercan para ver: “dé a como rentan esas bicis dobles” o “que es lo hacen aquí”. Algunos días viene la prensa hay entrevistas fotos y/o vídeos.

Todo alrededor de compartir un gusto: salir en la bici sentir, el aire conforme aceleramos y ver el mundo con los ojos de otro. Los paseos a veces constan de narrar lo que vemos, los que vemos. Entonces cuando el semáforo y el niño de enfrente nos distraen, de la bien intencionada pero abrupta narrativa, nuestros compañeros de viaje nos sorprenden con: “Ya vamos en Ángel verdad” o “Esta calle debe ser correo mayor” y al menos en mi caso debo esperar hasta una esas escasas esquinas con letrero legible para confirmar que efectivamente “Estamos en correo mayor”.

En otras ocasiones los paseos tratan poco de las calles y edificios e incluso tratan poco de los peculiares paseantes de este espacio dominical. Si, si no dejamos de lado la peregrinación que combina chinelos con hombres trajeados o el localito de tacos que está desbordado y hasta con un trio cantando en vivo ya en la banqueta porque nomás no camben en el establecimiento. Pero las palabras nos llevan a que L. es maestra de secundaria de educación especial y que D. la cortejó buen rato antes de ella accediera. JL. y G. son vecinos y amigos y además de a estos paseos asisten a carreras entre muchas otras cosas. R. ya está jubilado pero fue novillero y trabajo en el medio del espectáculo. Y así… entre patinadores remolcados por sus peros, familias enteras en bicis, marchas, palacios y plantones las vidas de la familia llamada Paseo a Ciegas se entrelazan cada domingo (excepto el ultimo de cada mes) mientras andamos en bici y todos (videntes e invidentes) aprendemos a ver la vida con otros ojos.

Muchas gracias PAC.

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